Los hombres que sanan se parecen mucho a las almas gemelas que aparecen por sorpresa. Tendría que tomarme el tiempo para analizar más detenidamente si son la misma cosa, pero en esta oportunidad son otras sensaciones y pensamientos los que quiero plasmar. Tuve la suerte de encontrarme con estas dos experiencias en mi vida y ambas, si es que son diferentes, dejaron una marca tan importante como positiva visto en retrospectiva. Pero de momento me voy a enfocar en los hombres que sanan y dejo a las almas gemelas para una siguiente oportunidad.
Ellos son de esos hombres que aparecen así, de repente, de la mismísima nada, desde el más profundo vacío. Son disruptivos, se presentan sin avisar y se cuelan con total desparpajo en tu vida, se adueñan de tu alma sin permiso y contando hasta tres la hacen resucitar. Y así sorpresivamente te comienzan a sanar, sin proveer ninguna advertencia sobre la dirección hacia la que te van a llevar.
Se toman el atrevimiento de traerte amor del bueno a raudales, y volcarlo sobre ti con insolencia y un descaro total, como si tu estuvieras preparada para recibirlo todo y más. Estabas rota, pero como por arte de magia el alma empieza a brillar. De repente te adviertes desbordada de felicidad, no entiendes nada pero igual te sientes regocijar, y el recuerdo de lo bonito de sentirse plena, nace, sin más. El cuerpo vuelve a sentir, el rostro se transforma para iluminar, los ojos irradian paz y el corazón late como si fuese a explotar, porque en el fondo bien sabe que el desafío, es dejarse amar.
Ellos tienen una sabiduría distinta, más exacta, sonríen diferente, hablan con otras palabras, tienen un encanto especial, son raros y fascinantes por igual. Saben cómo restablecer tu calma, te devuelven la ilusión de que algo nuevo, sano y bonito te puede abrazar, hacen que te rías hasta descomponer y son cómplices hasta el final. Ellos son otra cosa, más honda, más extraña, capaces de quedarse dentro tuyo en ese lugar donde a nadie permites entrar. Tuve la fortuna de que llegaran tres hombres así a mi vida. El primero me acompañó un año en mi adolescencia, el segundo fueron 4 años intensos y hasta hoy quien ha dejado el aprendizaje más profundo sobre mi y el tercero aún lo estoy procesando y prefiero no hablar. Lo que sí puedo decir es, gracias por haber tenido el coraje de aventurarse conmigo y rescatarme sin preguntar.
Es preciso saber que estos hombres no siempre llegan para quedarse, aún así creo que son de esas experiencias que toda mujer debería vivir. Ellos desembarcan en tu vida con una misión concreta que ni él ni tú saben cuál es. No tienen idea de la magia que son capaces de crear en una mujer que está quebrada y necesita sanar. Hacen lo que tienen que hacer por ti, reparan tu dolor, miman tu alma, y muy probablemente luego se van, o bien, tú despliegas los mejores dotes para escapar, eso realmente da igual. Lo importante es que usualmente, de una forma u otra, llega un final.
Los hombres que sanan vinieron a disrumpir, a bifurcar tu destino, a hacerte sonreír, a devolverte la creencia de que el respeto mutuo es posible, de que la idea de posesión es insana y que las relaciones tóxicas se pueden superar. Son de esos amores que hablan a través de las miradas y cuando ambos se miran ya saben lo que hay, se entendieron a la perfección exponiendo con orgullo lo que sería la máxima expresión de la mejor comunicación entre dos. Son de esos amores que corroboran el poema de Benedetti cuando dice: “Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos”.
Y sabes una cosa? Cuando dos almas así de hermosas se encuentran, el universo festeja. Se despliega un magnetismo especial alrededor de ambos que contagia a los demás. Escuché a Eric Corbera decir que “No atraemos lo que queremos, atraemos lo que somos”… De manera que las mujeres que conectan con esta especie rara de hombres sanadores también son un poco como ellos, también tienen esa capacidad reparar al otro de alguna manera mística e imperceptible. Ellos son geniales, pero ellas no pasan desapercibidas, también tienen un poder encantador.
«Cada persona que pasa por nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no nos dejarán nada. Esta es la prueba evidente que dos almas no se encuentran por casualidad” Jorge Luis Borges.