Movimiento De Amor Interrumpido

En mi último viaje al origen pude recuperar algunos libros de mis primeros años de formación en Constelaciones Familiares. Casi todos están subrayados, escritos, contienen anotaciones, y hoy se me dio por hacer un repaso y revisar esas notas de aquel momento.

De repente me encuentro con un libro particular que me marcó considerablemente, se llama “Éxito en la vida, éxito en los negocios. Como lograr ambos a la vez”, del maestro Bert Hellinger. Inmediatamente vino a mi memoria el recuerdo del momento exacto en el que leí sobre la dinámica del Movimiento de amor Interrumpido en ese libro. Eran las 7 de la mañana, estaba desayunando en la cocina sentada en una banqueta, con la taza de café en una mano y el libro en la otra. Recuerdo ese instante en el que levanté la cabeza absolutamente azorada y me quedé inmóvil varios segundos mirando fijamente mis plantitas de la ventana. Sentí que había entendido todo!, recibí una enorme cantidad de comprensión sobre mí misma en un lapso ínfimo de tiempo. Todo encajaba, tenía sentido y era el comienzo de una toma de consciencia aún más profunda que todavía continúa en mi vida. Se dibujó una sonrisa en mi cara al recibir tanta comprensión, pero también el alma se regocijaba porque sentía que con tanto entendimiento podría avanzar varios pasos agigantados en este camino del autoconocimiento. Esta experiencia se quedó muy grabada en mi memoria, pero con el tiempo entendí que hay cuestiones tan arraigadas en el alma que requieren mucho más que su identificación y toma de consciencia para sanarlas. Son heridas y patrones de comportamiento que necesitan un hondo trabajo terapéutico para trascenderse, rectificarse y reescribirse en el inconsciente. Y yo aún me encuentro transitando ese sinuoso camino de trabajar esta dinámica desde aquel día.

Primero compartiré de qué se trata esta dinámica sistémica y luego contaré mi experiencia personal sobre cómo el Movimiento de Amor Interrumpido afectó mi vida y mis relaciones de pareja.

Hay que saber que todo hijo percibe el movimiento hacia su padre y madre como natural, para encontrar allí el amor, la protección y el calor que necesita. Especialmente la presencia de la madre le da seguridad. El temor de perderla, es el primer terror que conocemos. Para el hijo es muy doloroso no poder sentir, durante su primera infancia, el contacto, el abrazo, la mirada y el auxilio de ella. Si no recibe lo que tanto necesita, le inunda una sensación de estar solo, de sentirse abandonado y rechazado. El niño es tan pequeño que no puede asimilar el dolor de una separación y cuando a más temprana edad sucede, más traumática será su experiencia.

Esta dinámica tiene que ver con un impulso inconsciente hacia los padres en busca de lo que necesitamos. Se lo llama “amor interrumpido» debido a que se interrumpe ese movimiento de fluir hacia ellos a raíz de una separación en el transcurso de la infancia. Separación significa no contacto, ausencia, desatención de padres a hijos. Ese impulso natural será frenado de forma abrupta si el hijo vive una separación prematura, un fuerte rechazo o se siente herido. Son separaciones que suelen ser involuntarias y circunstanciales. Por ejemplo si la madre o el niño enferman y tienen que estar un tiempo en el hospital separados el uno del otro, o si los padres emigran dejando a los hijos a cargo de otro familiar. También puede ocurrir que dos hermanos hayan nacido muy seguidos uno de otro y que sea el más pequeño quien capte toda la atención y el cuidado, mientras que el anterior queda con la sensación de aislamiento y rechazo y puede sentirse herido o no merecedor del amor de mamá. Otro ejemplo podría darse cuando un bebé necesita permanecer en una incubadora durante un tiempo y pierde ese contacto directo con los progenitores, o cuando alguno de ellos se ve incapacitado para ejercer la labor de asistencia hacia el niño. Por último decir que el caso más grave de separación sería la muerte de la madre o el padre. Cualquiera de estas u otras vivencias que causen la ruptura del contacto entre padres e hijos podrían originar que ese movimiento natural de unión se interrumpa.

En algunos casos podría darse la separación voluntaria cuando se abandonase a los hijos dándolos en adopción o quizás por viajes largos. Esto también es vivido como un gran dolor por el niño, especialmente durante los primeros años de vida.

Cuando el niño se siente abandonado empieza a manifestar una perdida de confianza sin conciencia hacia los padres por haberse ido tan pronto. Aparece entonces un gran miedo a volver a sentir esa pérdida o alejamiento, y las consecuencias son que el niño ya no quiere acercarse a ellos de la misma manera. Ese movimiento natural de extender los brazos hacia papá y mamá en busca de la tan anhelada protección, queda reprimido y detenido inconscientemente por temor a no encontrar el cobijo anhelado de esa búsqueda. Es decir, se paraliza el impulso de contacto para evitar volver a sentir el dolor de abandono y rechazo instalado en aquella primera experiencia vivida. El hijo puede tener sentimientos de rabia, desesperación y tristeza sin consciencia de ello.

Aún cuando después de la situación de separación los padres regresan, vuelven a ocuparse del hijo y se reanuda el contacto perdido entre ambos… ya no será lo mismo. La emoción de dolor, indefensión y desamparo está ocupando un lugar en el alma y la herida está expuesta. En resumen, Bert Hellinger habla de movimiento amoroso interrumpido cuando el amor se convierte en dolor”, cuando la pulsión hacia los padres no es natural y se ve impedida.

Cuando lo dicho anteriormente sucede, se instalan en la persona las consecuencias de esta mecánica. Ante una relación dañada, inconscientemente en la mayoría de los casos, los hijos crecerán con esta necesidad insatisfecha, pasando el resto de su vida en busca del abrazo o la cercanía que faltó. Se podría forjar una personalidad vulnerable y desconfiada, pudiendo llegar a convertirse en una persona que no confíe en nada ni en nadie, ni siquiera en su propia madre…

Quien de niño haya tenido esta experiencia no encuentra como adulto la valentía de entregarse por completo al amor de una pareja. Está atrapado entre la nostalgia y sus experiencias negativas…” Bertold Ulsamer. En muchos casos, aunque no en todos, la persona replicará inconscientemente esta dinámica en la adultez e interrumpirá la aproximación hacia las personas que ama. Cada vez que quiera acercarse a alguien le aparecerán los recuerdos dolorosos y reaccionará con los mismos síntomas corporales y sentimientos instalados en el inconsciente. Sentirá la dualidad de desear intensamente acercarse a alguien y temer la aproximación al mismo tiempo. Es decir, en vez de dirigirse hacia el otro hasta alcanzar su meta, lo que hace es retroceder, o iniciar un movimiento circular que lo regresa al punto de partida para escapar del sentir indeseado de abandono.

Se puede decir que en algún punto atraemos este tipo de situaciones en nuestra vida de manera instintiva y reiterada con el propósito inconsciente de trascender aquel gran dolor gestado en la infancia y liberarnos de él. Pero la energía necesaria para concretar este deseo no está disponible y la meta nunca se termina de alcanzar. Para la persona es muy duro vivir esta situación ya que anhela algo con todas sus fuerzas y, al mismo tiempo, se impide a sí misma la posibilidad de conseguirlo. La contrariedad se presenta cuando queremos evitar ser rechazados como aquella primera vez, y al mismo tiempo es justamente ese rechazo lo que pretendemos sanar…

De esta forma se genera un loop basado en la misma acción que se repite constantemente. En ocasiones el patrón de comportamiento está muy arraigado, y aunque algunas personas son capaces de tomar consciencia sobre cuál fue la circunstancia precoz que dio origen a esta dinámica, a veces esto no es suficiente para salir del loop y actuar de otra manera. En ciertas sesiones terapéuticas uno puede golpear cojines durante años sin que por ello la ira cambie sustancialmente. Esto se debe a que la ira es sólo un sentimiento sustituto. El verdadero sentimiento es el deseo de poder acercarse a la otra persona sin dificultad. La curación es posible si se satisfacen las necesidades de la niñez.

En mi caso sucedió lo dicho en el párrafo anterior ya que aún estoy padeciendo algunas consecuencias de esta dinámica que descubrí hace algunos años. La toma de consciencia me ayudó mucho pero no fue suficiente ante un dolor/patrón asentado en lo más hondo de mi ser. Voy a contar una historia que escuché de boca de mi madre uno de esos tantos domingos por la mañana tomando mates en casa. Yo estaba escribiendo mi autobiografía para la presentación final de la formación en Constelaciones Familiares y me dediqué a recabar la máxima cantidad de datos posible sobre nuestros ancestros y los hechos ocurridos en nuestro árbol genealógico. Ella y papá fueron mi mayor fuente de información.

Cuando yo tenía dos años y medio de edad mi mamá y mi abuela decidieron viajar a Italia por varios meses para visitar familiares directos que no habían emigrado y seguían viviendo allí. Por lo visto consideraban que yo ya tenía edad suficiente como para soportar esta separación de mamá sin problemas. Pero lo cierto es que un niño tan pequeño no tiene la capacidad de comprender y procesar lo que verdaderamente está sucediendo.

De un día para otro mamá ya no está en casa y no hay explicación que sirva para calmar el tsunami de tristeza y dolor que siente el corazón de la niña en el pecho. Y ahora mismo, mientras lo escribo, vuelvo a sentirlo. Y se caen algunas lágrimas de pena por aquella pequeña que de repente se queda sin ese vínculo que tanto cuidaba y protegía.

Me había quedado al cuidado de papá principalmente y por lo visto todos los días de la ausencia de mamá se repetía la misma escena. Según su descripción yo iba en busca de papá con los brazos tomados por detrás de mi espalda y me quedaba parada a su lado hasta que él registrara mi presencia. Cuando conseguía ser el centro de su atención le preguntaba: “Papá, ya llegó mamá? A lo que él no respondía. Me alzaba, me sentaba sobre sus piernas, me apretaba fuerte fuerte en un gigantesco abrazo y nos invadía el silencio. Aparentemente no quería expresar ninguna mentira piadosa que alimentara mis expectativas de reencontrarme con ella antes de tiempo. Solo unos días antes de su regreso me respondía que ella pronto estaría en casa de vuelta. Mamá también me contó que fuimos a buscarla al aeropuerto de Rosario, que era un sitio muy pequeño. Cuando la vi bajar del avión me invadió tal desesperación y no paraba de gritar: “Mamá, mamá, mamita!”. Mi exaltación e impaciencia eran tan grandilocuentes que el guardia al cuidado del acceso a la pista de aterrizaje me abrió la puerta de cristal y me permitió correr hacia ella. Por lo visto fue un abrazo largo e intenso y por varios días me dediqué a perseguirla por donde fuera, pero no se repararía el daño ya hecho.

Esta es toda la información que tengo sobre la forma en la que se instala en mi inconsciente esta dinámica de amor interrumpido. Podría parecer una enorme tontería e incluso habrá quienes lo descrean, y puedo entenderlo. Lo cierto es que ignoramos casi por completo las peculiaridades y sutilezas inherentes al alma, y tampoco tenemos demasiado conocimiento sobre los reales efectos de las acciones/hechos sobre el inconsciente. Desconocemos el grado de profundidad que alcanzan algunas situaciones que a simple vista parecerían inofensivas. A veces, lo que consideramos insignificante termina haciendo estragos en el inconsciente y doliendo mucho más de lo que percibimos con consciencia.

Para ser justa también debo aclarar que sumado a esto se sucedieron otras circunstancias que profundizaron la herida y que tienen que ver con los efectos de otras dinámicas igualmente intensas. Por ejemplo, mamá comenzó su viaje embarazada de muy poquito tiempo y apenas llegó a Italia fue internada de urgencia debido a un aborto natural que estaba sufriendo y que le había provocado una gran pérdida de sangre. No es motivo de este escrito hablar de las consecuencias sistémicas que podría causar un aborto, ya sea natural o provocado. Pero sí voy a decir que muchas veces una parte del alma de la madre se va con ese ser no nacido y ella no queda totalmente disponible para atender a su pareja o al resto de la familia. Lo recomendable es que ambos padres hagan el duelo de este no nacido pero casi nadie tiene consciencia de la importancia de este hecho. Un duelo no hecho casi siempre deja secuelas, en los progenitores y/o en los hijos vivos. También me contaron que yo me despertaba por la mañana muy temprano, justo a la misma hora que mamá. Ella se levantaba a trabajar en el negocio que tenían con papá delante de casa y yo me sentaba con el biberón en una escalera desde donde podía observar todo lo que ella hacía. Según mis comprensiones con ayuda terapéutica, mi actitud tenía que ver con vigilarla y estar al cuidado de mamá para que no se fuera. Lo cierto es que ella nunca estuvo del todo conectada con la energía de vida, nunca estuvo totalmente disponible para mí aunque físicamente estuviera presente cada día. Esta energía de no vida también la heredé y padecí en algún momento. Claro que hay aún más detalles que podría sumar pero encuentro que lo relacionado con esta dinámica está dicho.

Y sí, podría continuar citando otros descubrimientos sistémicos que fui conociendo a lo largo de estos años pero seguro serán material de posteriores escritos. Lo más importante es saber que el vínculo con mamá es uno de los más importantes de la vida, y en mi caso particular este vínculo con ella me ha marcado en muchos aspectos más allá de lo imaginable.

Por último quiero decir que esta dinámica afectó mis relaciones de pareja considerablemente y con otras personas también. Siempre me resultó muy dificultoso acercarme a alguien que me gustaba, normalmente me quedaba a la espera de que algún “alineamiento astral fortuito” se encargue de hacer que la otra persona diera el primer paso hacia nuestro encuentro. Si tenía suerte y esto sucedía y lográbamos tener una relación, al cabo de pocos años mi inconsciente era muy eficiente para encontrar un buen motivo que iniciara la separación. Y si por alguna razón los dos conseguíamos superar esta dificultad, luego yo sabría exactamente lo qué debía hacer para que esa persona me abandone y así poder volver al punto de partida de mi patrón de comportamiento y estar sola de nuevo. Tanta cercanía bonita con una pareja se volvía insostenible para mi inconsciente y eso me conducía al auto-boicot de todas mis relaciones. Viví los vínculos amorosos con el miedo innato de volver a sufrir el abandono. Entonces, por si acaso me dejaran ellos luego, yo hacía todo lo que estaba a mi alcance para que la ruptura suceda lo antes posible con la ilusión de que doliera menos. Ese era, de algún modo, mi mecanismo de defensa, aunque tampoco me ayudaba demasiado para aminorar el padecimiento, ya que al final siempre terminaba sufriendo en exceso por obligarme inconscientemente a hacer algo que no sentía. Mi profundo deseo era seguir en cercanía, en contacto y en la relación de pareja. Esta fue la mejor manera en la que pude actuar aún sin entenderlo, estaba rota y no hubiera podido hacerlo de ninguna otra manera.

Podría exponer más detalles sobre cómo opera esta dinámica del Movimiento de Amor Interrumpido, pero considero que ya se puede entender lo suficiente. De más está aclarar que cada persona es un ser particular, es un mundo en sí mismo y es imprescindible analizar cada situación específicamente y con independencia. No suele haber dos situaciones exactamente iguales y cada variable afecta de diferente forma a cada individuo. De hecho una peculiaridad de la mirada sistémica es la fenomenología, donde dos sistemas nunca tienen idéntico comportamiento sino identidad específica.

Aquí mi pretensión es despertar la curiosidad, que surjan las preguntas y que se indague para encontrar las respuestas. El camino del auto-conocimiento es larguísimo, pero siempre hay que empezar por algún sitio.

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